En el seminario de Infancia de Renacimiento de febrero, hemos estado trabajando con nuestr@s niñ@s intern@s.
Este texto de Helen E. Buckley, ilustra muy bien el trauma de escuela.
“Una vez un niño fue a la
escuela y era bien pequeño. Y la escuela era bien grande, pero cuando el niño
vio que podía ir a su clase directamente desde la puerta de afuera, se sintió
feliz y la escuela no le parecía tan grande. Así, una mañana, cuando hacía poco
que estaba en la escuela, la maestra dijo:
-”Hoy vamos a hacer un
dibujo”.
- “Bien”, pensó . Le gustaba
mucho dibujar. Y podía hacer todas las cosas, leones, tigres gallinas y vacas,
trenes y barcos y tomó su caja de lápices y comenzó a dibujar. Pero la maestra
dijo: “¡Esperen! no es hora de comenzar”. Y él esperó hasta que todos
estuvieran preparados.
-”Ahora- dijo la maestra-
vamos a dibujar flores”. “Qué bien”. -pensó el niño, a él le gustaba dibujar
flores. Y comenzó a hacer bonitas flores, con lápiz rojo, naranja, azul. Pero
la maestra dijo: “¡Esperen, yo les mostraré cómo se hacen!”. Así -dijo la
maestra-. Y era una flor roja con tallo verde. “Ahora sí”, dijo la maestra.
“Ahora pueden comenzar”. El niño miró la flor de la maestra y luego la suya, y
a él le gustaba más su flor que la de la maestra. Y no reveló esto. Simplemente
guardó su papel e hizo una flor como la de la maestra, roja con el tallo verde.
Otro día, la maestra dijo:
-”Hoy vamos a trabajar con plastilina”. “Bien” -pensó él, y podía hacer todo
tipo de cosas con plastilina: serpientes, muñecos de nieve, elefantes de
rabitos, autos y camiones. Comenzó a apretar y amasar la bola de plastilina.
Pero la maestra dijo:-
“¡Esperen, no es hora de comenzar!” Y él, esperó hasta que todos estuvieran
preparados. “Ahora -dijo la maestra- nosotros vamos a hacer una serpiente”.
“Bien”, pensó el niño. A él le gustaba hacer serpientes. Y comenzó a hacer unas
de diferentes tamaños y formas. Pero la maestra dijo: “¡Esperen, yo les
mostraré como hacer una serpiente larga!”. Ahora pueden comenzar. El niño miró
la serpiente de la maestra, entonces miró la suya, y a él le gustaba más la
suya que la de la maestra, pero no reveló esto. Simplemente amasó la plastilina
en una gran bola, e hizo una gran serpiente como la de la maestra.
Así, y luego, el niño
aprendió a esperar, y a observar y a hacer las cosas como las de la maestra. Y
luego no hacía las cosas por sí mismo.
Sucedió que el niño y su
familia se mudaron a otra casa, en otra ciudad, y el niño tuvo que ir a otra
escuela. Esa escuela era mucho más grande que la primera, tenía puerta afuera,
pero para llegar a su aula, el niño tenía que subir unos escalones y seguir por
un corredor largo.
Y justamente el primer día
que estaba allí, la maestra dijo:- “Hoy vamos a hacer un dibujo”. Bien, pensó
el niño, y esperó que la maestra le dijera qué hacer. Pero ella no dijo nada,
apenas andaba por el aula. Cuando se acercó al niño, ella dijo:
“-¿Tú no quieres dibujar?”.
-”Sí” -dijo el niño- “pero
¿qué vamos a hacer?”.
-”Yo no sé hasta que tú no
lo hagas”- dijo la maestra.
-”¿Cómo lo haré?”- preguntó
el niño.
-”¿Por qué?”- dijo la
maestra -”De la manera que quieras”-.
-”¿Y de cualquier color?”-
preguntó él.
-”De cualquier color”- dijo
la maestra; -”si todos usasen los mismos colores e hicieran los mismos dibujos,
¿cómo se podría saber quién hizo que y cual sería de quien?
-”Yo no sé”,- dijo el niño ,
y comenzó a hacer una flor
roja con el tallo verde.
Éste es un
texto escrito por Helen E. Buckley
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